¿Recuerdas lo bien que pasas en la juerga con tus amigos? Disfrutas al máximo y seguro te desinhibes. Muchas anécdotas te quedan de estos planes, ¿no es así?
Una anécdota de un amigo llamado Sebastián es la que te voy a contar hoy, que según él, fue lo más aterrador que le ha pasado. Sí, fue en un paseo con sus amigos a tan sólo 20 minutos de la ciudad, y ha sido verificado por los vecinos aquí cerca.
Sebastián y sus amigos estaban planeando el paseo desde hace unos dos meses. Cuando llegó el momento, todos estaban ansiosos; les esperaba tres días de descanso, buena comida y fiesta. El día era perfecto, un fuerte sol y sin pronóstico de lluvia ni días fríos.
Todos se encontraron en el centro comercial, compraron lo que necesitaban y fueron a la casa de campo. Cuando llegaron, los recibió una mujer con grandes ojos, alta y corpulenta, sin embargo, todos sintieron su mirada de desprecio. Notaron que ella no quería atenderlos, pero era su trabajo y lo tenía que hacer; al final, nadie comentó nada y prefirieron seguir con su plan.
Una vez entraron, todos escogieron su habitación. Algunos de ellos la compartieron, Sebastián sin embargo, prefirió una para él solo.
Cuando Sebastián entró en su habitación, notó que el piso estaba lleno de hojas y palos secos. No le gustó mucho encontrar el desorden, pero como hacía calor y estaba cansado, se acomodó, se acostó y durmió un rato.
Cuando despertó, la tarde estaba terminando. Sus amigos estaban en la piscina algo ebrios, y sin dudarlo, Sebastián se metió a la piscina con una cerveza y se unió a ellos.
Sus amigos seguían bebiendo, pero Sebastián se quedó con su cerveza. Dos de ellos hablaban, y se dio cuenta que estaban planeando una maldad. Salieron de la piscina, cada uno consiguió una rama y fueron a los establos, abrieron la puerta y dos cerdos salieron corriendo. Los amigos de Sebastián salieron detrás de los cerdos, golpeando las ramas contra el piso y asustándolos. Así estuvieron un rato.
Sebastián fue el único que se dio cuenta de lo que hacían sus amigos, entonces fue a donde estaban ellos, que estaban muy pesados con los cerdos y no quería que pasara algo malo o que la señora que los recibió se diera cuenta y los sacara de la casa, recordando su mala actitud desde que llegaron. Cuando llegó donde estaban, discutió con uno de ellos, mientras el otro acorralaba a los cerdos contra una piedra grande que marcaba el límite de la propiedad.
– ¿Qué les pasa? No molesten a los animales. Pueden dañar el paseo por sus juegos.
– No interfieras, Sebas. No les estamos haciendo nada, es solo un juego. Vuelve a donde estabas (levantando la rama para pegarle a un cerdo).
– Ya hombre, dame esa rama.
Comienzan a forcejear con la rama. Pero la rama se suelta y cae sobre uno de los cerdos.
El cerdo, lastimado, empieza a chillar y a correr dejando un rastro de sangre. Los amigos de Sebastián se rompen de la risa, claro, les causó gracia, los tragos hacían efecto y vuelven a la piscina. Entonces Sebastián se dio cuenta cómo la mujer, que estaba revisando el cerdo, dirigió su mirada penetrante y con rabia hacia él y luego hacia la piscina donde estaban todos y se perdió entre los árboles. El plan de Sebastián y sus amigos siguió como si nada, siguieron bebiendo, e incluso Sebastián, al rato, olvidó lo que pasó con sus amigos.
Más tarde en la noche, de repente empezó a llover muy fuerte y parecía que fuera a durar mucho rato. Entonces todos se fueron para el salón central de la casa. Querían seguir con la fiesta y allí podían estar todos.
Era ya la medianoche. Todos estaban contentos, bailando y bebiendo, cuando de repente, se fue la energía. Todos protestaron, ya no había música y se dieron cuenta que la lluvia estaba en su mayor punto, además estaba oscuro y la luna no iluminaba. Uno de ellos dijo:
– Como estábamos pasando de bueno, ahora no hay luz en ningún lado.
– Uy, qué noche tan miedosa, con esta lluvia y sin nada que ilumine, el que salga se pierde y se lo come el bosque.
– Cállate idiota, ¿no ves que ya nos asustaste a todos?
Sebastián con cara de asustado, levantó la voz:
– ¿Escucharon eso? parece que viene de la casa de la mujer.
– ¿Qué pasa Sebastián? ¿Qué escuchaste?
Todos se quedaron en silencio.
De repente se escuchó un llanto, desgarrador, transformándose de grito a rabia. ¿Sabes cómo es? De esos cuando el sentimiento de impotencia se apodera de ti y lo único que puedes hacer es gritar.
Pero ya no era llanto, ahora era un mugido, tan fuerte que a todos les puso la piel de gallina, y se quedaron en silencio. De nuevo el mugido y ahora más cerca, se dieron cuenta que el ser que hacía ese ruido, iba directo hacia ellos y tenían que hacer algo pronto.
– Viene por nosotros, ¿qué vamos a hacer?
– Tenemos que irnos – Respondió alguien.
Dos se fueron corriendo hacia el bosque. Sebastián supo qué pasaba y fue detrás de ellos. Se escuchó otro mugido, esta vez hacia el bosque, hacia donde se dirigían Sebastián y los otros dos. Los que quedaron en la casa, comenzaron a gritarles que volvieran, pero por la lluvia, no escucharon.
En el bosque Sebastián seguía corriendo, hasta que vio la silueta de uno de sus dos amigos en el piso. Se agachó a hablarle y no le contestó… Cuando alzó la mirada, vio un monstruo cubierto de hojas, con ramas y cuernos en la cabeza y una larga cola de toro. Estaba descuartizando al otro amigo y le decía con su voz macabra, mientras Sebastián se ponía de pie: “¿No querías jugar con los cerdos? juega conmigo mejor”. Miró a Sebastián y le mugió mientras se devolvía corriendo a la casa donde estaban todos.
Sebastián sentía que el monstruo lo perseguía. Seguía escuchándolo cada vez más cerca. Apenas llegó a la casa, les dijo que tenían que esconderse ya o los mataban a todos. Apenas dijo eso, sintieron otro mugido, esta vez encima de la casa. Lo tenían ahí mismo. Sin pensar nada, empezaron a correr, buscando un lugar seguro… Unos salieron y otros fueron a las habitaciones, creyendo que escondidos podían estar mejor.
Sebastián fue uno de los que salió de la casa, empezó a correr y escuchaba esos mugidos escalofriantes dentro de la casa. Llegó al final de la propiedad, donde estaba una roca grande. Allí paró a descansar mientras escuchaba los gritos de sus amigos, que se escuchaban aún con la fuerte lluvia. Hasta que sintió que el mugido se acercaba… Sebastián volvió a correr hasta la cerca que limita con la propiedad vecina, la pasó con dificultad y empezó a correr sobre pantano y escombros… Sentía la presencia del monstruo detrás de él, que le decía: “Ven, no querías jugar con cerdos? juega conmigo”.
Sebastián siguió corriendo, vio un establo y se metió allí. El mugido del monstruo fue más fuerte y dijo: “Menos mal entraste allá. Agradece”.
Sebastián se quedó ahí hasta que amaneció. En el día volvió a la casa, no encontró nada ni a nadie.
No le contó a nadie esta historia. Hace poco decidió contármela y yo vine para contársela a ustedes.
La Madremonte es una mujer musgosa, mitad mujer y mitad monte, de aspecto horroroso: llena de hojas, con cola larga, colmillos grandes y manos huesudas.
La Madremonte tiene la orden de cuidar los animales y el bosque. Persigue a los cazadores y los que maltratan animales y también a los infieles.
Todo lo que pasó en la fiesta de Sebastián y sus amigos, fue lo que enfureció a la Madremonte; así que, ten cuidado la próxima vez que hagas planes con tus amigos.